sábado, 30 de abril de 2016

FALSA ADOLESCENCIA

Hace meses que una chica me acompaña, la quiero demasiado, es mi gran amiga, yo no soy específicamente eso para ella, pues busca ir más allá,  no lo deseé al inicio, aunque espero que si se da, sea lo mejor del mundo.


Hace más de tres años inicié mis estudios en la universidad. Mi perfil era de un adolescente amante de la música alternativa que pasó por la secundaria con calificaciones regulares y cierto éxito en las relaciones amicales, pero con algo diferente, en todo ese tiempo no tuve ninguna amiga adolescente.
No conocía a ninguna y eso me angustiaba, no por necesitarlo, sino porque era extraño estar en esa situación. Frecuentemente hablaba con mis compañeros sobre chicas, ellos daban sus testimonios y yo debía inventar alguna historia caliente y creíble sobre alguna jovencita inexistente. El problema siguió hasta el último año, se acercaba el baile de promoción y no conocí a nadie. Al final me aferré a una última esperanza, me comí el orgullo y acompañé a mi madre a la casa de una de sus amigas, aquella tenía una hija de mi edad que decía haberme conocido cuando era pequeño. Mi madre no sospechaba mi verdadera intensión, pensó que era una deferencia mía; pero necesitaba una pareja para la gran noche y lo iba a conseguir.
La chica se llama Lorena, y días atrás estuve tratando de pedirle que sea mi acompañante en el baile de promoción; planeaba la forma y el momento adecuado para abordarla, este no se dio, aunque  pude verla pero no en las circunstancias que hubiese deseado. Lo que pasó fue que, en una noche fría, Lorena, su madre Anghela y mi mamá, al terminar la misa, caminaban a pocas cuadras de mi casa conversando de no sé qué. Yo, por otro lado, abrigado con un par de casacas encima y un sucio pantalón polar, miraba televisión en la panadería de mi casa, lugar de trabajo de mi familia, al mismo tiempo que cenaba en un plato hondo de plástico con borde deforme y dibujos despintados. Se podría decir que la circunstancia  no era favorable para volver a ver a una ex amiga que quieres invitar al baile de promoción y con la que solo te has comunicado a través de tu madre.
El portón crujió al mismo tiempo que jadeaba una mujer. Mi madre había dicho a Lorena que la puerta estaba abierta, que solo la empuje, esto no era así, yo la había asegurado horas antes, a ella esto le causó un vano esfuerzo y un pequeño golpe con el pórtico. Al ver que forzaban la puerta me acerqué con el ceño fruncido, se distinguía entre el quicio al rostro de una bella jovencita.

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