domingo, 12 de junio de 2016

LA VOCACIÓN COMO RECURSO SOCIAL PARA CRECER

Lo primero con lo que me enfrenté cuando inicié mis estudios en Comunicaciones fue el enorme prejuicio que tienen los profesionales de diversas ramas en torno a esta carrera. "No es universitaria", "acá encontramos un conjunto de oficios técnicos que se han unido en algo parecido a una profesión que sin embargo carece o tiene muy poca rigurosidad científica".
Este fue el primer impacto, recordé las recomendaciones de mis amigos; "Tu das para más", "¿Por qué postulas a esa carrera si tienes un puntaje de ingeniería o medicina?" Yo no lo quise así, continúe, me había propuesto un reto y quería hacer crecer esta carrera a punta de esfuerzo con el combustible de la vocación. 
El segundo hecho que me hizo dudar sobre mi elección fue cuando observé el comportamiento de la mayoría de compañeros de clase, veía en ellos el reflejo de los tan sintonizados programas de espectáculos que tanto detestaba, las peleas de mis compañeros de carpeta mostraban un mundo extraño, escandaloso, inestable, prejuicioso, retrógrado y estúpido. Sin embargo, todos eran muy amables al conversar, los años de socialización les ayudó a amoldar una personalidad muy empática pero vacía, pues veía el trauma de la competencia dentro, el estrés de los exámenes de admisión no superados, ellos se esforzaban por mostrar la mejor cara a un compañero que luego podría darles trabajo. Todo me parecía falso y ridículo, sin embargo no huía del juego, tal vez porque, como muchos seres humamos, me embriagué de egocentrismo y vanidad por los cumplidos recibidos.
El tercer impacto ya no fue un problema particular de mi carrera, es algo que sufren todos los estudiantes de universidades estatales del Perú, en estos centros de estudios lo primero que te enseñan es a ser pobre, a comportarte como un resentido de la vida lleno de carencias afectivas, económicas e institucionales, a ser un profesional frustrado que tiene como máxima aspiración el lograr entrar como empleado a una empresa de alcance regional, o ser como una larva que con el único mérito de alzar una bandera y usar gorros de un partido político en campaña  se asegura empleo como funcionario durante cinco años. 
El cuarto problema, aunque ya lo haya mencionado anteriormente, son los profesionales en ejercicio, que desmotivan nuestras aspiraciones con el facilismo que gobierna a sus productos comunicativos. En la sociedad es válida la creencia que el periodista es un tergiversador que se vende al poder político o económico al mando, que el publicista es un canalla que intentar engañar al consumidor para que compren basura bien presentada, que el comunicador para el desarrollo es un zángano que lucra excesivamente usando la excusa del asistencialismo, que el relacionista público es un ser detestable, hipócrita y corrupto que usando todo tipo de mañas busca que las organizaciones puedan causar todo tipo de transgresiones y la población se sienta feliz de presenciarlas.
Continuaremos...

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