sábado, 8 de septiembre de 2018

COLECCIONISTA DE EMOCIONES


Son las 11 de la noche en el ahora silencioso centro histórico de Trujillo, me dirijo a un disco bar del jirón San Martín. Todo es diferente al anochecer, los faros de la ciudad dan luz suficiente para distinguir sombras y no toparse con otro caminante, pero nos hacen imposible reconocer a la distancia a un amigo; de noche, todos somos desconocidos. La calidez de las calles trujillanas se van con el atardecer, el viento ya no refresca del abrasante sol de la tarde, ahora golpea el rostro y obliga a cualquier transeúnte a acurrucarse sobre si, esconder su mentón en el cuello de su abrigo y acelerar el paso.

Al estar cerca al local, un paso tras otro, la música que se apodera del ambiente, no estalla, arrulla como el canto de una madre. Ya en la puerta, froto mis manos mientras examino el lugar, saludo al individuo parado en la entrada, e ingreso. El recinto es acogedor, las paredes son tan estrechas que parece que nos abrazaran, dentro la luz es tenue, como en la calle, pero la calidez del lugar subsana la falta de iluminación. Las paredes tapizadas con pósteres y fotografías de artistas de culto: Jimi Hendrix, Steve Wonder, Bob Marley y compañía reciben a los clientes, junto al intenso olor del tabaco y licor. Mis los oídos, se entumecieron por el frío exterior, pero ahora son acariciados por el sonido de cuerdas metálicas, tambores y gritos desgarrados.
Veo a lo lejos a un hombre apoyado en la consola, frente a él, dos tornamesas, una gris y otra negra, unidas por un revoltijo de cables a una computadora que  manipula con atención. El sujeto, que a primera impresión parece tan maniático como un orate, tiene un cuerpo enjuto, piel cobriza como indígena, nariz filuda, ojos marrones, es de mirada intensa y sagaz como un zorro, logra reconocerme y se acerca, me saluda primero con la cabeza, inclinándola y luego nos damos un fuerte apretón de manos.

Señor Ticerán buenas noches-le digo-.
No, esta noche soy DJ Cactus.

Inmediatamente me dirige a la silla más cercana a su tocadisco, se sienta al frente, encoje los hombros como nervioso, observa el local, toca su larga pero bien peinada cabellera negra, enciende un cigarrillo y habla con voz gruesa como trueno.

Víctor Ticerán Ruiz, que es como en verdad se llama DJ Cactus, un treintañero  nacido en Lima un 23 de agosto y lleva algo más de dos décadas viviendo en la ciudad de Trujillo; además de ser vegetariano por convicción, agnóstico por descrédito, e insertado por ideología política en la  anarkia tropical. Víctor un amante de la música, la pintura, los gatos y, por supuesto, los vinilos.

La afición por los últimos nació hace más de 15 años cuando descubrió unos viejos y empolvados vinilos de rock, que hasta ahora sigue disfrutando con la misma pasión, junto con los demás discos acumulados en todos los años de afición.

En la actualidad Víctor Ticerán, también llamado ‘el loco’, realiza presentaciones en diversos locales nocturnos de movida indie, además de presentaciones en ferias de melómanos como la realizada en ‘El Patio Rojo’ una semana atrás a este encuentro.

Entre los artistas y bandas favoritas que colecciona en vinilo, están: Cetu Javu, Morrissey, Depeche Mode, New Order, Locomia, Klaus & Kinsky, Voz Propia, The Smiths, The Cure, Soda Stéreo, Cocteau Twins, Soft Cell, Bauhaus, Jas, Placebo, Madona, OMD y más.

El loco vive solo, en su domicilio ubicado en la calle Atahualpa, con una pequeña habitación de piso falso que usa para recibir a sus invitados, quienes quedan fascinados al ver que las paredes sin revocar de la cuarto han sido tapizadas con cientos de vinilos.

Graduado en dibujo y pintura de la Escuela Superior de Bellas Artes en el año 2011, ha participado con sus cuadros en diversos eventos artístico-culturales. Y como amante fiel, no ha dudado en retratar incontables veces a sus pequeños compañeros de toda la vida, los gatos. Casi toda su obra privada está dedicada a ellos, en su casa convive con más de media docena, los cría, cuida y protege; las fotografías y dibujos de felinos colgados en las paredes de su cocina, han convertido este espacio en una especie de santuario en el que hay una exhibición permanente.

Además de ser pintor, Víctor tiene un bachiller en Filosofía, Psicología y Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Trujillo, estudios que lo ayudaron a formar una consciencia crítica de la sociedad actual, de la importancia de nuestra historia para el desarrollo de nuestra identidad. Temas que reflejados en sus pinturas han recorrido numerosos lugares.

Luego de una hora de plática, dos cafés y 12 interrupciones por el término de las canciones, me despido de Víctor, de Dj Cactus o del loco, da lo mismo; nos incorporamos, él no cambia la expresión amable que mantuvo durante toda la noche. Estrechamos nuestras manos, y me apresto a salir a la fría medianoche trujillana, dejando atrás a un soñador, hacedor y apasionado que ahora vuelve a su tornamesa a cambiar de  vinilo.

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