Son las 11 de la noche en el ahora
silencioso centro histórico de Trujillo, me dirijo a un disco bar del jirón San
Martín. Todo es diferente al anochecer, los faros de la ciudad dan luz suficiente
para distinguir sombras y no toparse con otro caminante, pero nos hacen
imposible reconocer a la distancia a un amigo; de noche, todos somos
desconocidos. La calidez de las calles trujillanas se van con el atardecer, el
viento ya no refresca del abrasante sol de la tarde, ahora golpea el rostro y
obliga a cualquier transeúnte a acurrucarse sobre si, esconder su mentón en el
cuello de su abrigo y acelerar el paso.
Al estar cerca al local, un paso tras
otro, la música que se apodera del ambiente, no estalla, arrulla como el canto
de una madre. Ya en la puerta, froto mis manos mientras examino el lugar,
saludo al individuo parado en la entrada, e ingreso. El recinto es acogedor,
las paredes son tan estrechas que parece que nos abrazaran, dentro la luz es tenue,
como en la calle, pero la calidez del lugar subsana la falta de iluminación. Las
paredes tapizadas con pósteres y fotografías de artistas de culto: Jimi
Hendrix, Steve Wonder, Bob Marley y compañía reciben a los clientes, junto al
intenso olor del tabaco y licor. Mis los oídos, se entumecieron por el frío
exterior, pero ahora son acariciados por el sonido de cuerdas metálicas,
tambores y gritos desgarrados.
Veo a lo lejos a un hombre apoyado en
la consola, frente a él, dos tornamesas, una gris y otra negra, unidas por un
revoltijo de cables a una computadora que
manipula con atención. El sujeto, que a primera impresión parece tan
maniático como un orate, tiene un cuerpo enjuto, piel cobriza como indígena,
nariz filuda, ojos marrones, es de mirada intensa y sagaz como un zorro, logra reconocerme
y se acerca, me saluda primero con la cabeza, inclinándola y luego nos damos un
fuerte apretón de manos.
Señor Ticerán buenas noches-le digo-.
No, esta noche soy DJ Cactus.
Inmediatamente me dirige a la silla
más cercana a su tocadisco, se sienta al frente, encoje los hombros como
nervioso, observa el local, toca su larga pero bien peinada cabellera negra,
enciende un cigarrillo y habla con voz gruesa como trueno.
Víctor Ticerán Ruiz, que es como en
verdad se llama DJ Cactus, un treintañero
nacido en Lima un 23 de agosto y lleva algo más de dos décadas viviendo
en la ciudad de Trujillo; además de ser vegetariano por convicción, agnóstico
por descrédito, e insertado por ideología política en la anarkia tropical. Víctor un amante de la
música, la pintura, los gatos y, por supuesto, los vinilos.
La afición por los últimos nació hace
más de 15 años cuando descubrió unos viejos y empolvados vinilos de rock, que
hasta ahora sigue disfrutando con la misma pasión, junto con los demás discos
acumulados en todos los años de afición.
En la actualidad Víctor Ticerán,
también llamado ‘el loco’, realiza presentaciones en diversos locales nocturnos
de movida indie, además de
presentaciones en ferias de melómanos como la realizada en ‘El Patio Rojo’ una
semana atrás a este encuentro.
Entre los artistas y bandas favoritas
que colecciona en vinilo, están: Cetu
Javu, Morrissey, Depeche Mode, New Order, Locomia, Klaus & Kinsky, Voz
Propia, The Smiths, The Cure, Soda Stéreo, Cocteau Twins, Soft Cell, Bauhaus,
Jas, Placebo, Madona, OMD y más.
El loco vive solo, en su domicilio
ubicado en la calle Atahualpa, con una pequeña habitación de piso falso que usa
para recibir a sus invitados, quienes quedan fascinados al ver que las paredes
sin revocar de la cuarto han sido tapizadas con cientos de vinilos.
Graduado en dibujo y pintura de la
Escuela Superior de Bellas Artes en el año 2011, ha participado con sus cuadros
en diversos eventos artístico-culturales. Y como amante fiel, no ha dudado en
retratar incontables veces a sus pequeños compañeros de toda la vida, los
gatos. Casi toda su obra privada está dedicada a ellos, en su casa convive con
más de media docena, los cría, cuida y protege; las fotografías y dibujos de
felinos colgados en las paredes de su cocina, han convertido este espacio en
una especie de santuario en el que hay una exhibición permanente.
Además de ser pintor, Víctor tiene un
bachiller en Filosofía, Psicología y Ciencias Sociales en la Universidad
Nacional de Trujillo, estudios que lo ayudaron a formar una consciencia crítica
de la sociedad actual, de la importancia de nuestra historia para el desarrollo
de nuestra identidad. Temas que reflejados en sus pinturas han recorrido
numerosos lugares.
Luego de una hora de plática, dos
cafés y 12 interrupciones por el término de las canciones, me despido de
Víctor, de Dj Cactus o del loco, da lo mismo; nos incorporamos, él no cambia la
expresión amable que mantuvo durante toda la noche. Estrechamos nuestras manos,
y me apresto a salir a la fría medianoche trujillana, dejando atrás a un
soñador, hacedor y apasionado que ahora vuelve a su tornamesa a cambiar de vinilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario